Reflexión del Hno. Aurelio Arreba, desde Kupang (Timor Indonesio), con motivo de cumplir sus 50 años de Vida Religiosa
Señor, yo creo en la fuerza renovadora y regeneradora de tu Espíritu Santo.
Señor de la vida, ilumina y da vida eterna a mis padres que ya están junto a Ti. Que puedan gozar de tu presencia y de tu bondad. En ellos vi y sentí reflejada tu inmensa bondad y misericordia. Ellos fueron los rostros que me acercaron tu presencia y tu llamado. Gracias de corazón por los padres que me diste. Da vida e ilumina a mis hermanos y familiares que la cuidaron, la entregaron y supieron desprenderse de ella generosamente. ¡Cuán importante fue esta actitud en mi vocación y maduración personal! A mis maestros y acompañantes que la cultivaron, la promovieron y también se supieron desprender de ella. A los Hermanos de la Sagrada Familia que la cuidaron, la formaron, la pulieron, la fortalecieron y la supieron guiar para que pudiera dar fruto abundante. A mis amigos del alma que supieron compartir mis vivencias y enriquecer mi mundo interior, que son muchos, y que siempre estuvieron cerca para animar y sostener. A los alumnos, ellos sobre todo, supieron trabajar mi vida y mi persona, mejorarla, cuestionarla, hacerla más coherente, aprovecharla; la cuidaron, la exigieron, la probaron y la purificaron en ese roce y diálogo donde entran gozos y esperanzas, tristezas y alegrías, aciertos y fracasos. A todas las personas que encontré en mi camino y me invitaron a entregarla, purificarla y mejorarla.
A los jóvenes y niños que fueron los que más claramente me invitaron a sembrar, dar y amar.
A los padres, a las familias, reflejo del hogar de Nazaret y lugar de reposo y sosiego para el alma que tantas veces supieron acoger y sostener mi vocación. Gracias a los catequistas, a los docentes y a todo el personal, especialmente, a todas esas personas que calladamente y sin llamar la atención mantienen nuestros locales apropiados para el buen funcionamiento educativo, estas personas, por su sencillez, siempre me impactaron y me acercaron a la realidad de la vida. A todas ellas mi especial agradecimiento. A todos los colaboradores que fueron un llamado constante a volverme cada vez más verdadero, sincero y sencillo, honesto y coherente, profesional y hombre de fe.
A todos, Señor, guárdalos en tu corazón de Padre y dales vida abundante, especialmente, a todos aquellos que por mis limitaciones y egoísmos personales no promoví como debía, no cuidé como merecían, no atendí como correspondía. Acuérdate especialmente de los que relegué, abandoné y olvidé.
Señor de todo consuelo que nos confortas en todas las pruebas para que también nosotros confortemos y consolemos a los demás, toma tú las riendas de mi vida y haz lo que tienes que hacer: cura, corrige, orienta, instruye, anima, sana, crea, eleva, apura… Ante todo, bautízame con tu Espíritu Santo.
– Hno. Aurelio Arreba
El 9 de julio se celebró en Nita (Isla de Flores – Indonesia) la Profesión Religiosa de doce nuevos Hermanos, nueve indonesios y tres timorenses. Ha sido la tercera Profesión desde nuestra llegada a Indonesia.
Un grupo de niños y niñas de familias vecinas, vestidos con sus trajes tradicionales y danzando al son de tambores, abrió la procesión de entrada. Tras ellos iban los futuros profesos acompañados por sus padres. Presidió la Eucaristía el Vicario General de la diócesis, P. Edwaldus Martinus Sedu y recibió los votos religiosos el Hno. Aurelio Arreba como delegado del Superior General para la celebración. El coro estuvo formado por vecinos y novicios. El lema escogido para la celebración: “Que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21) decoraba la capilla y el exterior.
Finalizada la eucaristía, se pronunciaron los discursos habituales que en esta ocasión estuvieron a cargo del Vicario General de la diócesis, el Hno. Aurelio Arreba, el párroco de Nita, el H. André Galindo como Superior local, un representante de las familias y uno de los nuevos profesos.
Continuó la celebración en el exterior con un programa de actuaciones a cargo de algunos de los formandos y de diferentes grupos de niños de la catequesis dominical. Se comparte al mismo tiempo la cena, preparada para unos quinientos comensales. La fiesta terminó con una serie de danzas tradicionales de estas islas, en las que participaron la mayor parte de los asistentes.