SALUDO DE NAVIDAD DEL HNO. SUPERIOR GENERAL
FRATELLI DELLA SACRA FAMIGLIA CASA DI PROCURA GENERALIZIA Viale Aurelio Saffi, 24 – 00152 ROMA Tel. 06 581 38 41 Fax 06 588 09 13 e-mail: fsfroma@tin.itNavidad 2015Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos, Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:Las condiciones particulares que rodean la Navidad de este año me parecen un escenario adecuado para invitaros a contemplar el misterio del nacimiento del Niño Jesús como el misterio de la misericordia de Dios con los hombres. En estos últimos meses los crímenes contra la paz, los ataques terroristas y las imágenes de miles de migrantes que intentan llegar a la Unión Europea han dominado los noticieros, los periódicos y los medios de comunicación social de todo el mundo. Entre estas imágenes, hemos visto decenas de personas abatidas por las armas de los terroristas, centenas de cadáveres devueltos por el mar y millares de rostros angustiados por el dolor, el miedo y el llanto que se preguntan cómo el corazón del hombre pueda pensar y realizar actos de tanta barbarie.El papa Francisco está haciendo constantemente llamadas de atención a creyentes y no creyentes ante la situación de vulnerabilidad que miles de personas están sufriendo a causa de la guerra, del terrorismo y del crimen organizado. Especial solicitud ha puesto el Papa en la denuncia de la violencia, los exilios forzosos, los derechos humanos violados, los desplazamientos internos y la denuncia de las condiciones en las que viven los refugiados en los pasos de las fronteras. En un mundo empañado por los prejuicios e incluso el odio hacia el diferente o extranjero, la Navidad proclama que Dios ama a todas las personas. La Encarnación del Niño Jesús vuelve a recordarnos una vez más que nadie puede ser rechazado o excluido. Por ello, creer en la Encarnación y celebrar la Navidad es proclamar de palabra y de obra un profundo respeto por la vida humana en todas sus manifestaciones. Este tercer año del Pontificado del papa Francisco se abre bajo el signo de la misericordia. Nada más oportuno para este tiempo litúrgico que encontrarnos con el rostro misericordioso del Niño-Dios que nace en Belén. Lo dice muy bien el Santo Padre: “Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a tener la mirada fija en la misericordia”. Por esto mismo siempre debemos volver a la misericordia porque es una característica de Dios y la forma como viene a nuestro encuentro en Navidad. La Navidad que en breve celebraremos nos invita a una profunda reflexión sobre la calidad de nuestro compromiso de solidaridad con las personas que sufren. No podemos celebrar que Jesús nace en un pesebre y permanecer indiferentes, sin cambiar nada. Esto significa que cada uno de nosotros es llamado a asumir la tristeza y el dolor de la gente que está herida por la vida. Por ello, cada Navidad es una oportunidad para alimentar nuestra fe y renovar nuestro compromiso con el prójimo. La Navidad es una extraordinaria historia de amor de Dios por el hombre hecha realidad en Belén. Belén no es tan sólo una ciudad cerca de Jerusalén sino el motivo por el cual todas las personas tienen la misma dignidad. Belén expresa el amor paternal de Dios que nos une como miembros de una sola familia en Jesús. El misterio del Niño de Belén es fuente de la verdadera dignidad humana y del destino del hombre. En un mundo de notoria hostilidad hacia el extranjero y hacia el diferente estamos llamados a defender y promover activamente el valor de la hospitalidad evangélica. La hospitalidad es un valor profundamente humano y cristiano que reconoce el clamor de los otros, no porque ellos sean miembros de mi familia, de mi comunidad, de mi raza, de mi fe o de mi país, sino simplemente porque son seres humanos que merecen acogida y respeto. Superemos el efecto de las ventanas con doble cristal que impide el paso del frío, del calor y del ruido y hace que todo llegue atenuado al interior de la casa. A nuestro alrededor se oyen gritos de auxilio de los emigrantes y refugiados y da la sensación de que su voz nos llega desde muy lejos. Poco tiempo después del nacimiento de Jesús, la Sagrada Familia tuvo una experiencia directa de lo que significa ser emigrante y refugiado. Durante su estancia en Egipto tuvieron sin duda que enfrentar los retos de la adaptación a otra cultura, de hablar otra lengua y aprender maneras distintas de hacer, como hoy lo hacen miles de familias emigrantes. Dentro de unos días se abrirán las puertas santas del Jubileo extraordinario de la Misericordia. En la tradición judía, el Jubileo consistía en la conmemoración de un año sabático en el que los esclavos eran liberados, se restituían las propiedades a quienes las habían perdido y se perdonaban las deudas. Han pasado los siglos y puede dar la sensación de que las fuentes del júbilo antiguo se han secado y que el mismo Dios se encuentra ausente. Pero no es así. Para los cristianos Dios vuelve a nacer entre nosotros en cada Navidad y nos invita a profundizar en los deberes para con Dios y para con el prójimo. Es obvio que cada Provincia, cada Comunidad religiosa, Fraternidad, escuela, parroquia, comunidad o grupo conoce mejor la realidad en la que se mueve para identificar los diferentes contextos sociales que requieren nuestra mirada compasiva y solidaria. Aun así invito a todos a expresar con acciones concretas algunas obras de misericordia, porque las actitudes de solidaridad, acogida, hospitalidad, compromiso y cualquier forma de voluntariado pueden ayudarnos a vivir esta Navidad. Pidamos a Dios por la intercesión de la Virgen María y de san José que protejan a todas las familias, en especial a aquellas que, como la de Nazaret, han tenido que trasladarse a tierras desconocidas en busca de una vida mejor. Feliz Navidad. H. Juan Andrés Martos Moro SG |