Roma, 01-12-2016
“El ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas acoger a María tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo” (Mt 1,20 ss).
La celebración de la Navidad de este año me trae a la memoria el relato del primer sueño de San José. Un episodio que la iconografía suele representar al personaje dormido, tumbado o ligeramente recostado. Especialmente en la época barroca los pintores representan esta escena dando a entender que se trata de un sueño consciente, que hace que el que sueña vea que aquellos pensamientos no brotan de su imaginación, sino de una comunicación divina hecha por un ángel que le revela el misterio. Duermen los sentidos exteriores pero su espíritu está despierto.
Al hilo de este relato y en espera de la gran fiesta navideña podemos preguntarnos qué sueños de trascendencia y de humanidad nos pueden mover en la celebración de la Navidad de este año. La liturgia de este tiempo de Adviento nos ha venido recordando algunos sueños de los profetas bíblicos donde el lobo y el cordero pacerán juntos, el buey y el león retozarán, el niño y la víbora jugarán como amigos y la fraternidad triunfará sobre la guerra. Sueños con anhelo de un futuro de plenitud distante de nuestra realidad.
Recordando el sueño de San José durante estas Navidades podemos tener presente algunas sugerencias muy propias de nuestra espiritualidad:
. La familiaridad con la Palabra de Dios
“Y el Verbo se hizo carne” escucharemos repetidamente estas navidades. Acoger la Palabra, anunciarla y ser testigos de ella es el modo de seguir a Jesús. Dejémonos cuestionar por el mensaje de la Encarnación del Hijo de Dios y esforcémonos para meditarlo. Compartamos fraternalmente la escucha, la vivencia y la celebración de la Palabra y ayudémonos a llevar adelante la tarea evangelizadora. Contemplemos a María en la casa de Nazaret y descubramos y aprendamos el camino de la escucha, en la oración personal, en los acontecimientos de la historia, en las culturas y en los silencios y clamores de los hombres.
. La familiaridad con la Palabra hecha carne
“Jesús es la vid y nosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada”. Esta imagen tiene mucha fuerza. Sólo la familiaridad con Jesús nos enseña poco a poco a vivir como Él. Este acercamiento frecuente nos va poniendo en sintonía con Jesús, con su proyecto para el mundo y nos ayuda a tener la lámpara de la oración encendida. La oración brota de la escucha de Jesús y de la lectura y familiaridad con su Palabra, revelada en el misterio de la Navidad. La primera actitud necesaria de todo discípulo es estar con el Maestro, escucharlo y aprender de Él. Pidamos al Señor la gracia de esa familiaridad que significa precisamente hacer la voluntad de Dios.
. La familiaridad con la Virgen María
“Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo”. La celebración de la Navidad nos invita también a caer en la cuenta y a valorar de un modo más consciente y agradecido la presencia de María y su significado en nuestras vidas. Nuestra reflexión puede ayudar a contemplar a María como la mujer peregrina de la fe, un camino de fe que pasa por tortuosos senderos: la anunciación, el nacimiento de Jesús, el exilio en Egipto, la profecía de Simeón, la pérdida de Jesús en el templo y hasta asumir la cruz que será la cima de su peregrinación en la fe. María como muchos de nosotros no creyó de una vez por todas, sino que vivió un verdadero itinerario en el que también experimentó la duda, la oscuridad y la tentación. Acompañados por esta Madre peregrina, estamos invitados a no desalentarnos, a seguir caminando y a confiar en la promesa de salvación que el Niño Jesús nos trae en la Navidad.
Dios nos invita, a través del sueño de José, a soñar siempre con ideales más altos y generosos. El sueño de la Navidad es que el Niño-Dios viene a traernos la salvación. Un sueño que comienza a concretarse en Belén y en Nazaret, viviendo en familia con José y María, y que se prolonga en la historia para toda la humanidad.
En esta Navidad estamos invitados a soñar a través del espíritu de nuestro Venerable Hermano Gabriel cómo llevar a Jesús al mundo. La Virgen María y San José supieron intuir con los ojos de la fe lo que a simple vista era difícil entender, porque lo imposible para el hombre sí es posible para Dios. Y hablando de sueños os dejo estas sugerencias:
- Comparte algunos sueños que más te están ilusionando en estos momentos.
- ¿Qué sueños de Evangelio sientes que tu Comunidad religiosa, educativa, juvenil o grupo apostólico necesitan en este momento?
- ¿Permitimos que los sueños entren en nuestras Comunidades religiosas, educativas, juveniles o grupos apostólicos y nos abran a lo trascendente, a la alegría del caminar juntos, al encanto de la oración o a la urgencia de la evangelización?
El sueño de la Navidad nos invita, especialmente estos días, a ser personas agradecidas con quienes nos rodean, a ser solidarios con quienes carecen de lo necesario y a meditar el mensaje de Jesús. Visitemos la cueva de Belén en la sencillez y el recogimiento para acercarnos al Dios Amor que da sentido a estas fechas.
Juan Andrés Martos Moro SG