Roma, 9 de diciembre de 2020
“El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande.
Sobre los que vivían en el país de la oscuridad ha brillado una luz” (Is 9, 1-2).
Estimados Hermanos, miembros de las Fraternidades Nazarenas, Aspirantes a Hermanos,
Comunidades Educativas, Comunidades cristianas, Catequistas y amigos de la Familia Sa-Fa:
Miles de bombillas de colores, formas e intermitencias llenan nuestras calles y casas en las fiestas
navideñas y en los días que las preceden. Las luces se han convertido en uno de los símbolos más visibles
y apreciados del ambiente navideño. Aunque nuestro mundo no favorece la simbología de las cosas y
valora más lo estético, podemos servirnos del simbolismo de las luces para acercarnos a la hondura del
mensaje de la Navidad.La luz tiene muchas evocaciones bíblicas. Elementos como el sol, la luna, las estrellas, el rayo y
el fuego aparecen en la Biblia como manifestaciones de la grandeza de Dios. La llegada de Jesús se
percibe como el astro naciente que viene a iluminar la oscuridad de la tierra. Isaías había profetizado:
“El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande. Sobre los que vivían en el país de la oscuridad ha
brillado una luz” (Is 9, 1-2).
Siguiendo la estrella
La luz es portadora de un mensaje antiguo y sugerente que ilumina el sentido de la Navidad. Nos
evoca la estrella que siguieron las Magos de oriente hasta llegar a Belén donde había nacido el Niño.
Algunos autores encuentran el origen de las luces navideñas en esta estrella que pasó a coronar el árbol
de Navidad desde la tradición de San Bonifacio (s. VIII). Las luces navideñas tienen una raíz cristiana.
Los textos evangélicos sitúan el nacimiento de Jesús en la noche, en un ambiente de oscuridad,
silencio y pobreza. Y en este contexto de anonimato y marginalidad toman fuerzas los signos de Dios en
aquella noche: el Niño, los ángeles y la estrella. Los Magos vieron la estrella, la interpretaron en clave
profética y se pusieron en camino. Guiados por la tenue luz de aquella estrella mantuvieron la esperanza
de encontrar la luz brillante del “Sol de justicia” (Antífona V de Adviento).
También nuestra vida se desarrolla muchas veces en la noche y vivimos momentos de oscuridad,
de silencio y de pobreza. La pandemia que padecemos nos está mostrando ese rostro triste e incierto de
la vida. Pero Dios se manifiesta en las limitaciones humanas y siempre nos pone algunas estrellas que
dejan entrever el camino. Los Magos nos enseñan que se puede partir de muy lejos para llegar a Cristo.
Como ellos, podemos ser ricos, sabios y poderosos; dicho con otro lenguaje “estar llenos de nuestro yo”;
pero, como ellos también, podemos estar sedientos de la plenitud que nos falta.
Estos Magos salieron de sus palacios y de su ámbito de poder y se pusieron en camino. Intuían
que algo grande había más allá de su mundo conocido. Y así, una simple estrella los condujo a lo que
buscaban. ¡Cuánto nos cuesta romper esquemas, cambiar nuestras ideas y salir de las comodidades! La
Navidad nos invita a abrirnos a ese Dios que viene a nuestro encuentro, aunque solo veamos una
pequeña estrella a seguir. ¿Cuál puede ser la estrella que Dios pone en mi noche?
Buscando la verdadera Luz
Los Magos de oriente son personajes prototipo de quienes buscan la verdadera luz. Nuestra
búsqueda está iluminada por estrellas y ángeles que nos guían en el camino hacia Él. La búsqueda de
Dios no tiene una única dirección, no es el hombre quien va hacia Dios en una aventura de explorador
solitario que termina en la meta fijada. La encarnación de Jesús nos enseña que Dios viene a nosotros
por muchos caminos. Que Dios interactúa con nosotros para que se produzca el encuentro. Basta abrir
los ojos y el corazón, como los Magos y pastores aquella noche. A veces, sin embargo, nos sucede lo que
decía San Agustín: “Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo”.
Cuando los Magos llegaron a Belén y se paró la estrella, dice el texto que «Se llenaron de inmensa
alegría” (Mt 2, 10). La alegría de los Magos es fruto del encuentro y de la presencia. Recordemos la
alegría que experimentamos al estar juntos, celebrar algo en familia y en comunidad o simplemente al
sentirnos acompañados. Nuestro corazón se llenará de alegría si descubrimos la cercanía de Jesús que
nos acompaña en la vida cotidiana. Los Magos encontraron la verdadera estrella, la luz verdadera. Jesús
lo proclamó: “Yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará en las tinieblas, sino que tendrá la luz
de la vida…” (Jn 8, 12). La luz verdadera que alumbra todo hombre.
El texto continúa diciendo que “entraron en la casa”, “vieron al niño con María su madre”, “le
adoraron” y “le ofrecieron sus dones” (Mt 2, 11). Los verbos entrar, ver, adorar y ofrecer implican a toda
la persona. Es una acción progresiva que va desde los gestos físicos de entrar y ver, a los gestos más
profundos como reconocer, adorar, ofrecer y compartir. En todo caso, estos hombres importantes
supieron abajarse a la altura de la cuna del Niño para reconocerlo y adorarlo. Cuando el hombre
descubre algo valioso para su vida, despierta ese potencial humano que lo engrandece, y lo lleva a
ponerse a la altura del otro.
No nos dejemos deslumbrar por las luces navideñas y por todo lo que conllevan el consumo y la
fiesta que saturan los días de Navidad. Lleguemos al fondo del mensaje de la luz. Jesús es la Luz: “Yo soy
la luz del mundo”. Su luz nos llenará de alegría. Podemos vivir una prolongada Navidad que dure todo el
año porque Jesús está a nuestro lado. ¿Dónde descubro que Dios está conmigo y que es luz en mi vida?
Portadores de un mensaje de luz
Dice el texto que “los Magos volvieron a su casa por otro camino”. Cuando alguien se encuentra
con Jesús necesariamente cambia de camino. El encuentro con el amor de Jesús nos lleva al camino del
amor, con todas las expresiones que comporta: comprensión, acogida, perdón, donación, sacrificio…
Quien se deja invadir por la luz de Jesús irradia a su vez esa luz. “Creed en la luz, para que seáis
hijos de la luz” (Jn 12, 36). Somos portadores de la Buena Noticia, esto es, del amor que Dios da al mundo
y de la fraternidad que quiere instaurar entre los hombres. Un mundo de hermanos donde la paz, la
justicia y la dignidad lleguen a todos los hombres y se construya un nuevo Reino basado en el amor.
“Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 14).
En una de mis Cartas escritas a la Familia Sa-Fa con motivo de la pandemia del covid 19, que aún
hoy seguimos padeciendo, comentaba la necesidad de emplear las “las armas de la luz” para superar
juntos los problemas que genera esta situación. Decía entonces, que las armas de la luz son cualidades
espirituales que vienen de Dios porque Él es la luz y pueden ayudarnos a cambiar el corazón. Algunas
de estas armas son: la prudencia, el interés por el bien común, la responsabilidad, la generosidad, la
relación cercana, la atención al más débil, el trabajo en equipo, el cuidado ecológico y la solidaridad,
entre otros aspectos. Estas son las “armas de la luz” que necesitan los tiempos actuales.
Vivamos una Navidad interior más que exterior, hagamos que la Fiesta de Navidad sea fiesta del
encuentro con Jesús y con cada persona. “Caminad mientras tenéis la luz… el que anda en la oscuridad no
sabe adónde va” (Jn 12, 35).
Que este tiempo de Navidad sea la fiesta de la luz porque hemos descubierto que la Luz habita
en nosotros y nosotros en la Luz.
¡Feliz Navidad 2020 y próspero Año Nuevo 2021!
H. Francisco Javier Hernando de Frutos. AG